¿Por qué el barro?
Hace miles de años, los escribas mesopotámicos tomaron en sus manos una caña, y sobre el barro plasmaron el pensamiento de su civilización.
Sobre tablillas escribieron las primeras transacciones económicas, la memoria de las ofrendas depositadas en los templos, los registros de la cerveza, el cereal o las ovejas…
En la voz de la arcilla guardaron para generaciones venideras, los nombres de las estrellas, de los árboles, de los pájaros…
Las primeras cosmogonías, los mitos de creación, las historias de los reyes legendarios, y los relatos de ciudades fabulosas, que existieron en un tiempo que se refiere a los “hombres y mujeres que estuvieron frente al diluvio”.
Cada vez que volvemos la vista al barro, encontramos cuestiones que nos atañen a todos: El poder de la palabra, el amor, el dolor , vida, la muerte, la mirada del hombre hacia la trascendencia, los tráfagos y cuestiones de la vida diaria, las facturas, las cartas, la medicina …
En el barro están las escuelas, la farmacopea, los libros sapienciales, las matemáticas, la astronomía, las súplicas, las preguntas, y también algunas respuestas.
Cuando el gran Gilgamesh atraviesa los confines del mundo, dolido, y doliente por la muerte de su amigo Enkidu…
Todos somos él otra vez, todos quizá nos encontramos con la misteriosa tabernera, llamada Shiduri, y quizá desde aquellos lejanos días, tenemos todavía las mismas preguntas que aquel rey de la lejana Uruk.
Todos buscamos en alguna ocasión aquella planta mitológica, aunque como dice el relato fuera “Una planta espinosa que crece en los abismos”
En las fotos de Miguel Gil, quizá de alguna manera, vuelve la arcilla, vuelve el barro, vuelven las preguntas… porque tal vez todo vuelve a empezar … Ayer…hoy…mañana…siempre…otra vez…
María del Carmen Pernas Martínez